Se
nos hace extraño averiguar la importancia que daba el pueblo egipcio
al aseo y cuidado del cabello. El hombre llevó casi siempre el
cabello más o menos corto, salvo durante el Imperio Nuevo donde el
gusto por las pelucas hizo furor. Los sacerdotes tomaron la costumbre
de afeitarse la cabeza así como todo el cuerpo, en señal de pureza,
a partir de la dinastía XIX fue obligatorio. También se
rasuraban el rostro, aunque tenemos ejemplos, sobre todo del Imperio
Antiguo, de funcionarios con bigotes. El uso de la barba no era muy
habitual aunque también tenemos algún ejemplo, sobre todo en
campesinos desaseados y también se la dejaban en señal de duelo. No
hay que confundir esta barba, con la barba que aparecen en
estatuas, de lapizlázuli y era una señal de divinidad.
El
gusto de la mujer egipcia por la utilización de las pelucas se
remonta a las primeras dinastías. Durante el Imperio Antiguo, estas
son de melena corta. Las sirvientas, no utilizaban pelucas, y el pelo
de estas es largo.
A
partir del Imperio Medio el gusto por el peinado cambia. Se siguen
utilizando las pelucas, pero ahora la forma de estas es de rollo,
imitando la iconografía de la diosa Hat-Hor.
Una
vez más, durante el Imperio Nuevo el gusto, raya la perfección.. Es
el momento de las pesadas pelucas, con pequeñas trenzas,
tirabuzones u ondas a media espalda. Muy adornadas con joyería o con
simples coronas de nenúfares.
La
utilización de las pelucas era un signo de distinción, pero al
mismo tiempo, protegía a sus portadoras, de los fuertes rayos
solares. En su mayor parte eran de pelo humano, pero también se han
localizado de fibra vegetal. Se guardaban en cajas y se han
localizado tenacillas con las que ondulaba el pelo y también en
alguna de ellas, han sido localizados restos de cera de abeja[5]
que se empleaban para fijar las ondas. La misión polaca que trabaja
en Deir el Bahari, recientemente ha localizado un taller de pelucas,
donde se encontró cuatro vasos de alabastro que contenían mechas de
pelo humano; redes de lino en forma de gorro que servían de base
para las pelucas y que se ataban a la cabeza[6];
una caja que contenía alfileres de hueso, una punzón de bronce; y
fragmentos de dos cuchillos de sílex. Pero el hallazgo más
importante es la localización el mismo taller de un modelo de
cabeza en el cual se habían trazado líneas negras que mostraba el
contorno por donde debía los diferentes largos de la peluca. También
se encontró en el mismo depósito, semillas de dátiles de desierto
(Balanites aegyptiaca) de donde se extraía un aceite muy perfumado y
muy apreciado en cosmética; un polvo marrón que seguramente
era utilizado para teñir la peluca y un resto ceroso de jabón de
sosa duro, que aún tenía propiedades detergentes.
Durante
el corto periodo de El Amarna, se vuelve a las pelucas cortas de
corte tradicional que adoptará la reina y por consiguiente toda la
corte. Pero pasado este momento, las dinastías siguientes volverán
a la utilización de la peluca larga.
El
gusto tan extendido por el uso de pelucas, nos puede llevar a la
falsa idea de que o bien los egipcios eran calvos o que no cuidaban
para nada su pelo natural. Nada más lejos de la realidad.
Desde
épocas predinásticas, conocemos de la utilización de peines, bien
de hueso o madera que se siguieron utilizando durante toda la época
histórica. Estos eran de una o de dos caras, gruesos que
permitía arrastrar la suciedad y las liendres. Los piojos, no
solamente eran molestos sino que son portadores de enfermedades como
el tifus. Por lo que el aseo del pelo estaba muy extendido. Se sabe
que los egipcios se lavaban periódicamente el cuero cabelludo y que
utilizaban aceites extraídos de la Balanites aegyptiaca,
dátiles del desierto, para perfumarlo.
Si
a nosotras nos preocupan las canas, a las egipcias también. Se
cubrían estas con diferentes remedios: con hena (actualmente se
sigue utilizando); la sangre de una vaca negra hervida y mezclada con
aceite; o la grasa de una serpiente negra. Estos remedios
garantizaban que su pelo recuperaba el color negro. Lo que ya no
garantizaban es que se le acercase alguien.
Que
con tanto mejunje, el cabello se le ha quedado sin brillo y algo
áspero. No hay que preocuparse. Se cogen las yemas de los huevos del
cuervo negro, se aplican directamente, se dejan nos minutos y a
lavar. El pelo recobra todo su negro brillo natural.
Pero
si su problema es que sus cabellos son débiles. Tampoco hay
problema: Se toma la pata de un galgo hembra, el hueso de un dátil,
la pezuña de un burro, se hierve todo en abundante aceite, se deja
enfriar y se aplica diariamente durante varias semanas.
Señores,
si su problema es la alopecia… No hay problema. La aplicación
diaria de una loción aceitosa a partir de aceite de alholva opera
milagros.
·
La manicura y la pedicura.
Tenemos
constancia que desde la dinastía XII, tanto los hombres como las
mujeres se hacían la manicura y la pedicura y que también
utilizaban barniz o laca blanca para
decorarlas.
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