El siglo XVII es de un esplendor
sin parangón, debido a que permite este tiempo desligarse de las
ataduras provenientes de la Edad
Media. El Renacimiento
del siglo XVI
es la puerta de entrada para que en los 100 años que corrieron de
1600 a 1700
la sociedad pudiese zafarse del viejo molde que implantaba métodos
rígidos de comportamiento y actuación especialmente impuestos por
la Iglesia.
Al romper estos viejos moldes se permitió
salirse de la rigidez de las estructuras lineales e imprimir nuevas
formas de movimiento especialmente en el campo de las artes, donde
podrían ser la pintura, escultura y arquitectura. Este adelanto de
imprimir movimiento, rescatar las formas celestiales por medio de
la ornamentación, y el paso de lo estático a lo dinámico se
contempla como el estilo barroco,
que es un estilo moderno que deja atrás al manierismo
del siglo precedente.
El barroco que se presenta en diferentes
manifestaciones artísticas incluida la literatura en sus dos
vertientes culteranismo
y conceptismo,
permite arraigar a la sociedad de entonces a un nuevo estilo de
vida, en el que se adapta y acepta vivir bajo situaciones en
constante cambio.
El siglo XVII conocerá el
afianzamiento de dos grandes potencias de carácter mundial,
Inglaterra
y Francia,
que, al mismo tiempo que robustecen sus respectivos Estados y
afrontan diversos problemas interiores, despliegan hacia el
exterior toda su capacidad y potencial. España,
por su parte, se verá inmersa en una prolongada crisis económica
y política que le impedirá conocer el
esplendor y desarrollo del siglo anterior, inmersa en graves
confrontaciones internas y en la competencia con las dos naciones
anteriores. Otras áreas conocerán un desarrollo económico sin
precedentes, propiciado básicamente por la actividad comercial,
como son los Países
Bajos. Alemania
conocerá un periodo de fragmentación y división que le impedirá
restaurar la anterior grandeza del Imperio. En Italia,
la intervención
externa de los Habsburgo y Francia provoca un continuo
enfrentamiento que a su vez produce un estancamiento económico y
político. Sin embargo, el brillo cultural continuará. El Imperio
otomano pugnará con las naciones cristianas por el dominio del
Mediterráneo y aun del sur de Europa, si bien paulatinamente su
capacidad va decreciendo y es
derrotado en algunas confrontaciones.
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